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domingo, 8 de mayo de 2016

Fútbol, mucho más que un deporte


Un día de noviembre del 2008. No era un día cualquiera. Ese día comería pizza junto a mi papá y mi abuelo. Ese día veríamos tele juntos; ese día tenía la esperanza de ver a mi papá y a mi abuelo gritar a todo pulmón, generando que ese sentimiento se contagiara en mí. Eran las 5 de la tarde. Ya había terminado mis tareas y estaba esperando ansioso a que mi viejo me recogiera y me llevara a su casa. Había sido un buen día; no podría terminar de otra forma, hoy se jugaba un partidaso, hoy jugaban Perú y Argentina.

El viejo me recogió y nos fuimos a su casa. Conversé con mis abuelos mientras él arreglaba la sala y escuchaba las previas al partido. Poco después me dijo: "ya, vamos"; yo no podía estar más feliz, me moría de hambre. Fuimos a una pizzería y compramos dos pizzas familiares: una suprema (mi favorita) y una teriyaki que mi papá quería que pruebe, mientras esperábamos las pizzas todos los clientes estábamos atentos al televisor, mirando las posibles formaciones y sacando al director técnico que todos llevamos dentro momentos antes de un partido. De regreso a la casa, mi abuelo ya estaba sentado frente al televisor, mi papá sirvió las pizzas mientras yo me sacaba la casaca y dejaba al descubierto un polo blanco con una franja roja. Nos sentamos los tres en los mismos sitios de siempre, pitazo inicial, empezó el partido Perú Argentina, me persigno y agarro mi pizza.

El partido transcurría, y disfrutaba de la pizza y de la compañía de mi papá y mi abuelo, los miraba discretamente, miraba esos ojos llenos de sentimientos encontrados; mi gusto por el fútbol había nacido recién hace unos meses atrás.

Termino de comer y voy a lavar mi plato, cuando de pronto un "carajo!" me asusta. Voy corriendo a la sala y veo la repetición del gol de Argentina. Mi papá y mi abuelo estaban enojados, pero la esperanza seguía viva en ellos, por lo que también seguía en mí. Se acercaba el final del partido, había mucha tensión en la sala, mi abuela nos ofreció helado y los tres a una sola voz respondimos que no, estábamos muy concentrados.

89 minutos del encuentro, mi día no iba a terminar tan bien como esperaba, pero de pronto Vargas empieza a correr por la banda izquierda, mi papá se levanta, mi abuelo también, yo hice lo mismo, empezamos a gritar, la emoción se apoderó de nuestros cuerpos, Vargas centra y Fano empuja el balón al arco argentino: "GOL CARAJO GOOOL GOOOOL". Mi abuela se asustó, mi papá me abraza a mi y a mi abuelo, los tres empezamos a saltar, mi abuela solo preguntaba qué pasaba, yo le respondí "GOL DE PERU ABUELITA GOL DE PERU!", ella me dijo que era hora del helado.

Fin del partido y estábamos nuevamente los tres sentados comiendo helado y viendo el resumen del partido, yo secaba mis lagrimas de felicidad y emoción, mi papá se burló de mí, pero lo hizo de una manera agradable. Ese partido ha sido el mejor partido que he podido vivir, no solo porque Perú le empató a Argentina, sino que ese partido me hizo sentir cuán unidos éramos mi abuelo, mi papá y yo. Ahora cada vez que veo las repeticiones de ese gol, se me pone la piel de gallina y recuerdo el fuerte sentimiento que sentí al saltar con ellos dos, ese sentimiento se llama felicidad.

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