Un
día de noviembre del 2008, no era un día cualquiera. Ese día comería pizza
junto a mi papá y mi abuelo, ese día veríamos tele juntos, ese día tenía la
esperanza de ver a mi papa y abuelo gritar a todo pulmón generando que ese
sentimiento se contagiara en mí. Eran las 5 de la tarde, ya había terminado mis
tareas y estaba esperando ansioso a que mi papá me recogiera y me llevara a su
casa. Había sido un buen día, no podría terminar de otra forma.
Mi
papá me recogió y nos fuimos a su casa, conversé con mis abuelos mientras él
arreglaba la sala, poco después me dijo "ya, vamos" yo no podía estar
más feliz, me moría de hambre. Fuimos a una pizzería y compramos dos pizzas
familiares, una suprema (mi favorita) y una teriyaki que mi papá quería que pruebe.
De regreso a la casa, mi abuelo ya estaba sentado frente al televisor, mi papá
sirvió las pizzas mientras yo me sacaba la casaca y dejaba al descubierto un
polo blanco con una franja roja. Nos sentamos los tres en los mismos sitios de
siempre, pitazo inicial, empezó el partido Perú Argentina, me persigno y agarro
mi pizza.
El
partido transcurría, y disfrutaba de la pizza y de la compañía de mi papá y mi
abuelo, los miraba discretamente, miraba esos ojos llenos de sentimientos
encontrados; mi gusto por el fútbol había nacido recién hace unos meses atrás.
Termino
de comer y voy a lavar mi plato, cuando de pronto un "carajo!" me
asusta. Voy corriendo a la sala y veo la repetición del gol de Argentina. Mi
papá y mi abuelo estaban enojados, pero la esperanza seguía viva en ellos, por
lo que también seguía en mí. Se acercaba el final del partido, había mucha
tención en la sala, mi abuela nos ofreció helado y los tres a una sola voz
respondimos que no, estábamos muy concentrados.
89
minutos del encuentro, mi día no iba a terminar tan bien como esperaba, pero de
pronto Vargas empieza a correr por la banda derecha, mi papá se levanta, mi
abuelo también, yo hice lo mismo, empezamos a gritar, la emoción se apoderó de
nuestros cuerpos, Vargas centra y Fano empuja el balón al arco argentino:
"GOL CARAJO GOOOL GOOOOL". Mi abuela se asustó, mi papá me abraza a
mi y a mi abuelo, los tres empezamos a saltar, mi abuela solo preguntaba qué
pasaba, yo le respondí "GOL DE PERU ABUELITA GOL DE PERU!", ella me
dijo que era hora del helado.
Fin
del partido y estábamos nuevamente los tres sentados comiendo helado, yo secaba
mis lagrimas de felicidad y emoción, mi papá se burló de mí, pero lo hizo de
una manera agradable. Ese partido ha sido el mejor partido que he podido vivir,
no solo porque Perú le empato a Argentina, sino que ese partido me hizo sentir
cuán unidos éramos mi abuelo, mi papá y yo. Ahora cada ves que veo las
repeticiones de ese gol, se me pone al piel de gallina y recuerdo el fuerte
sentimiento que sentí al saltar con ellos dos, ese sentimiento se llama
felicidad.
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